Es lo que pasa cuando uno se aferra a esperanzas que no llegarán a ni un lado.
Es lo que pasó contigo, que por tanta burocracia, sólo me tiré al vacío.
Es lo que pasó contigo, que por tanta burocracia, sólo me tiré al vacío.
Tratando que fuera un parche curita para una herida, que más parece una puñalada,y al final por impulsiva sólo lancé agua ardiente a la herida, la cual ahora arde y no sana.
Es lo que pasa cuando los solitarios, tratamos de no estar tan solos, y en intentos desesperados, somos unos cojos corriendo en la maratón. Preguntándonos que tienen esos, que no tengamos nos.
Agarrando mañas y porquerías, como regalos en navidad, y buscando esperanzas, como los enfermos en las iglesias.
Es el problema de cuando la soledad pesa, cuando las noches se hacen cada vez más frías, las sonrisas más difíciles, y los zapatos más pesados; cuando hablamos en mil idiomas, y no podemos expresar sólo uno.
Son las ganas de estar perdidos antes de seguir vacíos, mirando por la ventana las fiestas ajenas: Es la soledad con acentos.
Esa que nos pone áspera la piel, y por dentro nos hace más frágiles y volubles a las sobras de cualquiera.
La misma que nos deja para variar, en una lista de espera, ariscos, con los ojos vendados, y el corazón bien escondido, por la costumbre a que llegue alguien y de un manotón lo tire al suelo.
Y mil pedazos, mil lágrimas, mil canciones, vuelven a sonar. Como un cuento cliché, que ya nos sabemos de memoria, como esos finales felices, que a pesar de que sabemos que no van ha llegar, estamos ahí, atentos, cada noche esperando que al menos si se puedan soñar.