miércoles, 24 de febrero de 2010

Paz y soledad de la mano.

Paz ¿La conoces?
No te la puedo presentar.
Tranquilidad. De no haber traicionado a nadie.
Conformidad. De no haber dañado más de lo inevitable.
Perdón si no te puedo presentar a esta paz que siento.
A esa alegría que hoy toma de la mano a mi soledad.
Esa alegría que sienten mis solitudes de estar solas,sin un alma con puñal durmiendo en la misma cama.
Sin querer morir en ningún intento.
Envenenada de no querer más de ti ni de nadie.
De querer seguir sola por siempre, sin que nadie saque de su lado la paz que tanto verso, sudor y lágrimas costó encontrar.

Solo miramos distantes, como se comen unos a otros los antiguos mafiosos.
Los que una vez fueron adolescentes felices, soñadores y organizados.
Como el tiempo pasa.
Unos lo llaman el propio peso del tiempo.
La caída.

Yo ya lamí el suelo, la ceniza de esos cigarros amargos.
Hoy ustedes abren la boca.
Suerte que yo ya no fumo...

viernes, 19 de febrero de 2010

Otra carta no enviada...

¿Aceptarías un minuto de alegría?
¿Dejarías un segundo de felicidad correr por tu sangre?
¿Qué alguien te desee bien, sin pedir nada a cambio?
Que secara esas lágrimas tuyas,
las que brotan de esos pozos oscuros y nostálgicos a los que llamas ojos,
que parecen una tormenta constante.
Algo así como tu bólido recuerdo.


Ya no anhelo tus besos,
tampoco tu abraso,
sólo a veces tus suspiros y palabras,
pero no el cuerpo, ni el futuro juntos.
como la llama equidistante que no da ni frío ni calor.


A pesar de todas las heridas que me causaste herido,
a pesar de haber sentido el abismo mismo,
no te odio. Es más: Quiero que seas feliz.
Probablemente ya no daría mi vida por ello,
probablemente hoy también deseo serlo yo.
Ser la prima donna en mi propia opera.


Pero esos ojos malditos,
esos ojos que siempre necesité que me miraran,
están tan grises, están tan ahogados,
entre tanto llanto por quien no lo merece.
Entre tantos pedazos de ti que encuentro en el piso,
entre tanta soledad amarga y mentira descubierta,
tropiezo con nuestros momentos radiantes,
y me pego con tu imagen mísera,
rogando por un poco de amor.
Me turba presenciar tu decadencia.
El disparo a un águila: Preciso; fatal.


¿Me permitirás hacerte sonreír?
¿O ya te has acostumbrado a este ritmo infernal?
¿Ya huyes de la felicidad?
¿Tan fuerte cerraron tu jaula abedul herido?
¿Tan cruel es aquella fiera, que te sacó los ojos?


Que inerme se aparece el otoño en tu cara,
como el tiempo pasa aún más rápido para ti,
tu cabello comienza a blanquecer,
y tus lagrimas marcan surcos;
en aquella piel que hoy es su tierra y patria.


¿Ya no miras tu reflejo?
¿No lo ves acaso sombrío?
¿No has notado que las estrellas ya no te están envidiando?
Que tu sonrisa ya no les está haciendo la guerra y el amor con su luz.


¡Levántate! Por favor levántate.
Más no como Lázaro,
ni como quien sólo sobrevive.

Si quieres morir, muere hoy.
Si quieres nacer, abre el camino y grita con todas tus fuerzas.
Que todos, y en especial tú, se enteren que has nacido.
Pero no vivas muerto.
Decide.
Que ya la luna se aburre.
Que yo ya me fui,
y aunque hoy esté atenta,
no quiero que el mar me regale tu cuerpo ya frío,
con los labios violáceos,
y esos surcos llenos de espuma.


El día que me valla completamente de tu vida,
espero que me despidas con una sonrisa,
con una madures empuñada,
o simplemente en un cajón; en un rito simple.


Crece.
Como las marcas de tus letras me hicieron crecer a mi.
No odies. Yo no te odiado nunca.
Cree, en el menos santo de todos: Tú.
O simplemente vete,
a vivir con aquel fantasma de tus delirios,
y baja a la tierra donde va el mundo,
a ver si los gusanos te quitan el amargor de sus besos:
La cicuta que mató lo único que pensé llegar a amar.

martes, 9 de febrero de 2010

La luna y el sol.

Ella es la luna. El es el sol.
Ellos se amaron desde siempre, danzaron en torbellinos leves, se juntaban en irrefutables instantes de libertad encontrada, y formaban una presencia llena de las mejores notas y sabores, con las sensaciones que sólo de a dos se logran palpar.
Simplemente era amor.

Un día, un niño mimado que acostumbraba jugar solo, se sintió completamente celoso de que alguien brillara más que el, que alguien en el universo no jugara solo como el. Por lo que con su ego magnánimo y ganas de jugar a la guerra, creó a la tierra, y no halló mejor trinchera que el espacio entre la Luna y el sol. Su despecho dejó a la luna como un simple satélite; amarrado al mar, y al sol como un ardiente esclavo; lleno de ira, y atado al suelo de sus muñecos nuevos.
La luna y el sol no pudieron danzar nunca más, ese mundo nuevo y molesto, giraba y no los dejó de marear.
Y es por ello, por el ego de un despechado maniaco, que hoy la luna y el sol no se pueden amar. Cada vez que se cruzan uno da al otro oscuridad.


miércoles, 3 de febrero de 2010

Por esa bolsa de marrullerías.


Cuando tu halago es un insulto a mi inteligencia,
tú pasas a ser parte del diván;
entre la muñeca de trapo, y el soldadito de plomo.


Estando años luz de estar a mi lado, aunque estés encima.
Con un pase libre para salir sin algún resto de mí,
y con la marca en la cara del portazo que te dieron en “Mis sentimientos, y mis verdades”.


Tú con la sonrisa de quien jura jugar a ganador,
y yo con una risa molesta por esa bolsa de marrullerías barata.
¿Es la parte, en que el lobo se vuelve oveja?

La Pajarita y el Lobo.

Una pajarita volaba bien alto, -bueno, ni tan alto- había logrado escapar de un lobo feroz. Pero la pajarita por alguna razón era testaruda, y una noche, cuando escuchó al lobo aullar a la luna a lo lejos, sintió curiosidad de ver si estaba con el rabo entre las piernas como le había contado el viento; si sus garras ya no la podían encerrar de nuevo.
Así fue, como la pajarita, regresó por cuenta propia a la cueva del lobo, bajo su propio riesgo, intentando salir ilesa, sola.

Aún vuela camino a la cueva, ya está cerca, el lobo duerme, y la pajarita le cuida el sueño a veces...
Aún no sabemos que será de ella.