sábado, 11 de diciembre de 2010

Razón del sin querer.

No sé cómo explicarte
esto de lo que no tienes culpa.
Más yo no estoy lista para caer otra vez
de rodillas ante la misma vida.

Ya antes me enredé por las ramas
como chincolita traviesa
que vuela sin desconfianza
aunque sepa que el águila anda despierta.
Ya me enredé con el hilo
del volantín que elevaba un niño
Y bajé la mirada
de la pura pena que me embargó con mis alitas rotas.

No sé cómo explicarte que si no te grito;
es porque no quiero quedar sorda.
Que si no me derrito;
es porque me puse unos dos de menta con hielo.
Que si no dibujo corazones;
es porque me limé las uñas.
Que no es que no lo esté intentando
no es que no me guste oír tu voz
es sólo que hoy perdí mis pasos.
Perdí la coreografía de la danza
y casi no me entero cuando era la entrada.
Quiero buscarte, pero estoy ciega.

Y en eso estamos: Un tuerto tratando de guiar a una ciega en un mundo de daltónicos.

martes, 30 de noviembre de 2010

Lo que realmente detesto de ti.

Lo que detesto de ti no es tu sonrisa, tus ojos, ni tus palabras.
Lo que detesto de ti no son tus caricias, tus excusas, ni tus ausencias.
Lo que realmente detesto de ti, es tu increíble don de destruirme y construirme con excesiva facilidad.
Es el cómo adornas mis ojos con lágrimas y brillos a tu antojo.
Es como me dejas en un sobre, en un buzón sin remitente ni destino.


S.B.

Sé qué no llegaremos a algún lado.
Sé que somos agua y aceite.
-que tú eres aceite-
Que sólo tenemos la suerte de un disparo de química.
No otra cosa.
Aunque intentemos ser primera persona plural.
Nunca seremos más y lo sabemos bien.

Pero hemos sido tanto a la madrugada,
Llenamos tantos vacíos en las sábanas,
entre el sonido del hambre, y la calma desnuda abrasada,
entre mis risas coquetas, y tus miradas destelladas.

Pero el día llegó.
Me despierto,
reposo en tus brazos,
miro finamente un lunar de tu espalda,
me levanto rápido.
Con el cabello suelto y desordenado,
me miro al espejo;
y yo sigo siendo agua.

martes, 9 de noviembre de 2010

Nunca. I

Nunca tuve miedo a ser asesinada.
Hasta que me olvidaste...

martes, 19 de octubre de 2010

Medusa con frío.


Déjame besar tu boca
y creer que adentro tengo una fiesta;
morder tu hombro;
y sentir que soy la primera.
Conquístame.
Hazme dulce,
frágil pero valiente
Enceguéceme.
Déjame ser la gorgona de tu odisea,
Antes que me mire en un espejo y me haga piedra
Agarra mis manos de sorpresa y has que me sonroje,
Deja que te mienta y diga que jamás he sentido esto antes,
Antes que olvide como se quería
antes que ya no pueda decir nosotros
antes que mis negaciones me dominen y mis ventanas se cierren
antes que me vuelva una estatua del sal
y ya no quede más que me lleve el mar.

Jesús desde la cuna.

Después de pasar de brazo en brazo, terminé con mi abuela, quien con sus 45 bien tenidos años, odiaba que le dijeran lo que era: Abuela. Su temor a envejecer la hacen una adolecente de pelo teñido y senos caidos.

Una noche mientras gemía con el pastor del grupo cristiano del barrio, yo me mantenía en silencio, en un silencio casi irrespirable adentro de mi cuna, con la idea de que no supieran de mi existencia, o de que no se les fuera a ocurrir alguna cosa que me involucrara.

Mientras mi abuela estaba estirando cada vertebra de los dedos de sus pies, el pastor terminó por verme:

-¿Y esa guagua?

-Ah, era de Mi María, la pobre se dio la última zumba antes que naciera el crio, y pa´ no que cae con la cabeza en plena vereda, y murió, en plenas fiestas. Cuando me llamaron me jodieron toda la celebración. No si, hasta última hora anduvo haciendo escándalo. No sé de a onde habrá salio´ esa niñita.

Venga mejor, que cuando pienso en ella y miro al crio me da pena.

-¿Cómo se llama?

-Jesús.

Desde esa noche bajo los gemidos y rasguños de mi abuela, al pastor se le metió en la cabeza llevarme a su casa, con su señora y sus tres hijos. Ni seis meses y ya quería hacerme suyo el muy hijo de puta. Y claro, que mejor para un pastor que tener al mismo Jesús en su casa.

-Llévatelo si querí, a mi me recuerda demaciao´ a la María, y tu sabí´ que yo no tengo genio pa criar –Respondió mi abuela cuando le ofreció un techo para mí y una mesada de parte de los fieles para ella.

jueves, 14 de octubre de 2010

Jesús.

Yo soy Jesús, sí, tal cual. Yo soy Jesús.
Nací aquí en esta misma vereda de calle Nazaret, por eso me llaman “El Jesús de Nazaret”. Una tarde calurosa de 25 de diciembre de 1967 fue la que me parieron.
María Teresa –Mi madre- era una joven que parecía un camión con su túnica de embarazo, y que salió como pudo esa tarde calurosa de la casa a pedir ayuda, cuando empecé a patear desde a dentro con todo lo que pude, para salirme de ese vientre ya mórbido. Tanto fue el dolor de mi escape, que María se desmayó en plena calle y se pegó justo con el borde en pleno mate, confundiéndose la sangre que salía de sus sesos gastados, con la de su vagina. Entre la confusión y los gritos de los sapos, nací yo. No lloré desde el primer momento en que vi al mundo donde me habían tirado, primero lo observé, detenidamente, –aunque no crean que un mocoso recién nacido, pueda ser consiente, yo sí lo era.Es más: Siempre lo he sido- y cuando el gris del cemento, el rojo de la sangre, y el hedor de la mierda llenaron mis ojos, lloré. Lloré a todo pulmón, entre los comentarios de las moscas:

-Seguro que con el porrazo de la mamá quedo tonto.
-Con to’ lo que se metía la maría pa’ entro, no es pa’ menos.

A esas viejas la miré fijo entre el llanto que desgarraba. Más adelante me encargaría de ellas.

María Teresa murió a las horas después, desangrada camino al hospital en una ambulancia que llegó tarde. Como todas las ambulancias que han tenido que llegar en mi vida.


Pretérito perfecto.

Yo te amè.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Donovan.

Íbamos juntos a todas partes. Su pelo negro semi largo, sus ojos café oscuro, y su sonrisa amable, me encantaban. Cuando se reía, sus ojos se curvaban, y mostraba todos los dientes de esa risa increíble.

Solía dibujar y lo hacía muy bien, a pesar de que siempre en sus croqueras encontraba monstruos, vampiros, y demonios. Y como sus croqueras y pinturas, su nombre significa oscuridad.

Habían tardes en que nos perdíamos del mundo, escuchábamos música, nos enrabiábamos, nos reíamos, nos drogábamos un poco, y a veces hablábamos de amor; de alguna vez sentir amor.

La navidad de ese año fue más tétrica que otras. En casa las cosas no marchaban bien, así que me largué entre gritos y llantos de mi madre, y la borrachera de mi padre. Esa noche era más oscura que otras noches. El día anterior le había comprado un regalo, un arete de punta para su mentón, a el le encantó, y me abrasó con su gran polerón negro, aún no dábamos cuenta que no había luna.

Esa noche cuando la vio perdida, la cobijó como otras tantas veces se guardaban mutuamente, a esa pequeña que lo igualaba a pesar de sus cinco o seis años de diferencia. Le ofreció su compañía, ella aceptó. Caminaron y conversaron por mucho rato, por esas calles ya mil veces caminadas, compraron un par de botellas y cigarros baratos; esa noche ella se quería perder de verdad, y al menos estaba en confianza. Llegaron a su casa, él estaba solo, fueron a su pieza, pusieron un disco fuerte, y después de ver sus últimos dibujos y pinturas, comenzaron a beber: Uno, dos, tres, y se reian de las cosas que decían; Cuatro, cinco, seis, y la música se escuchaba más fuerte, y las miradas se perdían; siete, ocho, nueve, y el le decía que nunca la dejaría sola; diez, once, doce, y las risas ya daban vuelta en toda la pieza; trece, catorce, quince, y ya estaban en su cama, como nunca esperó, besando a quien se decía un hermano; dieciseis, diecisiete, dieciocho, y Salió el sol molesto, un sol más molesto que otros soles, y entre las vueltas que seguían dando las cosas, ella se halló sin ropa interior. Con el gran polerón negro, un cobertor azul desteñido, sus brazos estrechándola, algunas imágenes recortadas y mezcladas, y con el sabor ácido y amargó de las nauseas en la boca. Una no buena primera vez.

Salió siendo buscada, y armando los flash de recuerdos de su mente, entre el hueco creía en su útero, no tenía nada claro. No recordaba nada de esa noche tan negra. Calló, escapó, y entre llantos confundidos, sabía que no volvería a verlo.

Siguió perdida un tiempo, pero entre vergüenza, decepción, y asco, se marchó, y no volvió con aquel quien creyó una vez guardián de su alma.

Ella además de no volverlo a ver, y no saber nada del, –Sólo que por esos días mientras la buscaba terminó en una riña que lo dejó mal herido-, en contadas oportunidades trae sus recuerdos a la mente, y en esos instantes, la turba un miedo extraño, como si aún la estuviera buscando, como si quisiera creer que no cayó en una trampa de destino, -aunque sabe que no es así-. Y aunque las cosas de repente siguieron como si nada hubiera pasado, -como si esa noche tan oscura, hubiera sido el evento tras bambalinas de una función de debía continuar-, nunca habla de ello, y hasta este momento no logra recuperar los recuerdos de esa noche.

Hoy, a veces tiene días buenos y malos, unos mejores que otros, como todas las personas.

sábado, 11 de septiembre de 2010

La lluvia del 99.

La noche en que Amanda murió, llovía muy fuerte. Claro, era pleno invierno del 99, no era una señal del destino como creía Marcos, simplemente estábamos en pleno invierno.

Después de la función nos fuimos a mi hotel, frente al mejor restaurante mexicano que he conocido, bebimos vino hasta tarde, y Marcos me contó que dejaría definitivamente a su santa mujercita, santa claro está, por que sólo una mártir deja que le pongan los cuernos por años, el hijo de sermones, vivir entre la casa y los conservadores todo el día, y siguir yendo a misa – Una frígida, y una masoquista diplomada según yo-

Cuando Marcos estaba más tarde encima mío, -acariciando los mejores senos que a tocado en su vida- me dijo que me amaba. Eso no es lo sorprendente, sino que me exigió que le dijera que yo también lo amaba, que era suya, y que después de mis grabaciones no me iba con ningún otro. Insistía mucho con la idea, de que era suya. Já, todavía lamento haberle lanzado la gargantilla que me regaló, pero jamás lamentare haberme sacado a ese hombre. Creer que yo, Gigi, sería de alguien alguna vez, como si fuera uno de esos ramos de rosas baratas que regalan los hombres a sus mujercitas cuando les pesa la culpa. Creer que me podía enjaular como enjauló a la masoquista de Amanda. Jamás.

Es obvio que lo tuve en mis manos un tiempo más, antes de deshacerme de él de forma definitiva –odiaba tener que tomar taxi los jueves de esa temporada de funciones- .

Pero volviendo a lo de Amanda, claro, yo también me hubiera matado si un hijo me sale cura.

Pastel de crema y moras.

Mi matrimonio fue perfecto. Un vestido blanco, una iglesia gigante, y un marido ideal; de buena familia, y enamorado. Desde que juré ante Dios amarlo para toda la vida, mi matrimonio pasó a ser lo primero. Cuando nació mi primer hijo, Francisco, pasé de ser una esposa devota, a ser una madre y esposa devota.

Marcos Cifuentes, –Mi esposo-, Francisco, y yo; Amanda Requena de Cifuentes, éramos para toda familia un ejemplo. Yo siempre cociné lo que a él le gustó, incluso hacia pimentos, -aunque yo los odiara desde pequeña-, nunca teñi mi cabello rubio que le gustaba tanto, y su ropa siempre estaba perfecta; tal como aprendí en el colegio de monjas “Nuestra señora María”. Ahí nos enseñaron a ser mujeres y esposas. Siempre intente ser pulcra, ejemplar, elegante y mesurada, y siempre me entregué a mis dos hombres, Francisco y Marcos. Dios es testigo de aquello.

Los primeros meses después de que nació Francisco, no quise dormir en la misma cama que mi marido, no por que no lo amara,- pues una se casa para toda la vida-, sino porque Francisquito era muy pequeño, y una antes que todo es como María: Madre.

Para cuando Francisquito creció, mi marido ya se hacía acostumbrado a dormir en camas separadas. En un intento desesperado por que volviera a buscarme, inicié mi militancia en el partido conservador al que el adhería. De a poco todo empezaba renacer entre nosotros. Un día, Marcos me invito al teatro, era su primer gesto afectuoso en años, esa noche daban “Olvidame otra vez” de un director bastante popular que se relacionaba con el partido. Antes de la función, Marcos me regaló una gargantilla con un delicado medallón, cuando me la puso, acercó sus labios a mi oreja, y comenzó a bajar su mano por mi escote. A pesar de ello, no sentí nada más que pudor. Lo amaba, pero no quise:

Alguien nos puede ver, vamos atrasados –Le dije-
Hace tiempo que no estamos solos – respondió-.

Al fin llegamos al teatro y empezó la función: Una obra maravillosa, una actuación perfecta. Me estremecieron hasta lo más profundo esos ojos cafés brillantes de la protagonista, lloré -aunque las señoritas no debamos hacerlo en público- y estaba tan conmovida que invité al elenco principal y su director a cenar en casa.

Ese día abrimos un buen vino, y serví con mi mejor porcelana, a la mujer de ojos brillantes, profundos, cabello ondulado, y actitud desafiante.
Gigi Legrand: La primera persona a la que no le gusta mi pastel de crema y moras.


Desde esa noche en el teatro, mi marido jamás volvió a ponerme un dedo encima.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Gigi

Alò, sí, yo soy Ginna Legrand, “Gigi”, la mejor actriz de esta ciudad. No necesitas decirmelo, ya lo sè.
¿Qué desde cuando soy la mejor actriz? Desde muy pequeña: Estaba en la escuela, tenía once años o quizás doce, ya había tenido mi menarquia, y hace meses se había incendiado mi casa, que quedaba a dos cuadras de la plaza por calle Colón. El tema ya no me afectaba, pero Alejandro –quién seguramente hoy es un oficinista mediocre más- se rió de que me hubiera quedado sin cuarto. En realidad no me apenó, ni me avergoncé, pero me quise vengar, así que comencé a llorar, hubieras visto de qué manera lloré aquella vez, –como en mi mejor drama de Shakespeare- , a sabiendas lo hice cerca de la oficina de la directora, –Una vieja deforme y sin gusto-, y le conté lo que pasó. Alejandro estuvo sin recreo una semana, y recuerdo perfectamente los ojos de repugnancia con los que lo miraron por molestar a una pobre niña. En ese minuto, en ese exacto segundo, fue cuando supe que era excelente manipulando a las personas, en ese instante supe que podría hacer lo que quisiera con mi talento, asi que comencé a actuar. Y aquí me oyes; Gigi la mejor actriz de esta ciudad.
¿Mi relación con Amanda Requena? No sé, y ni me interesa hablar de ella, tus colegas “reporteritos de papel cuché” me relacionan con su muerte. Pero no, no tengo nada que ver con esa mojigata, yo sólo me acostaba con su marido.


Eso es todo, no quiero seguir. Cuando edites la entrevista, envíasela a mi agente, ya tienes el número.

martes, 31 de agosto de 2010

Declaraciones de una soltera endógena.


Estas verdaderas declaraciones de principios, más que lo anterior, son una forma de tomarse con humor tanto corazón roto que anda por el camino, aunque bien sabemos que entre broma y broma más de una verdad se asoma.

1. El silencio en el embate amoroso no otorga ni quita, a lo más trae enredos innecesarios en las relaciones, ya que nada es claro y nadie se pone los pantalones.

2. Detrás de una gran mujer, hay una gran zorra para arruinarlo todo.

3. Para ser engañada hay que ver estrellas.

4. Nullum crimen, nulla poena si piola queda.

5. La gente cada día es más solterofóbica, y trata de engancharle a una, ser humano con pies que se cruza, y no ven que es precisamente por eso que una anda sola; por que no nos sirve cualquier ser humano que se cruza. Aunque a veces parezcamos verdaderas Penélopes en la estación.

6. El te quiero que fácil llega, fácil se va

7. Cuando pasamos el café de la amistad no hay vuelta. En este punto un polvo puede costar demasiado.

8. Las brujas siempre triunfan. Las princesas comen, duermen, cantan, bailan, o cualquiera de esas boludeces de princesas. Las brujas: ¡No!, ellas se dedicaron a ganar, y las princesas a pensar en ser rescatadas antes de pensar en rescatarse a si mismas.

9. Los callados son los peores para la salud mental, pero los mejores en la cama.

10. Los finales felices, adeudan altas indemnizaciones a terceros, cholotales, pañuelos, y kilos de más, a todas aquellas que murieron en el intento.

11. Después de un traumático accidente amoroso, aunque duela hay que sanar, y cómo un niño volver a jugar, aunque nos cueste o tengamos pánico. Sino estaremos eternamente en cuidados intensivos.

12. Los parche curitas son en esencia desechables. Las personas con vocación de parche curita no son la excepción.

13. Hay mujeres que son enfermeras de sus amores, tratando de sanarlos y rehabilitarlos para que puedan amar. Generalmente estas enfermeras amorosas son las que terminan más enfermas.

14. En las relaciones largas muchas veces, una es cómo una arquitecta, una verdadera entrenadora de parejas. Bajo este contexto no queda más que apelar a la solidaridad: Entrene bien a su hombre.

15. En el fondo de cada macho alfa hay una gran mariposa batiendo sus alas.


miércoles, 11 de agosto de 2010

Café con tres de azúcar por favor.

Sin darme cuenta echaste esperanzas a mi café,

sin querer queriendo me embriagó tu cariño.

Y las huellas quedaron marcadas en la fibra nerviosa, en la piel de gallina, en el calor palpable.

Espero ser como la tinta engreída de un tatuaje, y que haya manchado tu piel con un flash back de sonrisas diarias.


Mi silencio es consecuencia obvia, es un mal no necesario.


Sólo espero al menos ser un fantasma en tus manos; más no pido. Aunque admito que me habría quedado eternamente en esos días y esa noche, donde me asaltó quien callado sólo miraba; quien antes de desnudar el cuerpo; desvistió la mente, el alma, las ganas, las debilidades, y la sonrisa verdadera.

Me podría acostumbrar rápidamente a un café tan dulce…

domingo, 28 de marzo de 2010

Carta a Julio Ortiz. 8-03-2003

Amigo vuelve a casa te lo ruego,
que nadie acaricia mi pelo,
que ya no puedo pisar las tablas,
que desperté y comprendí a fuego que todo lo bueno acaba,
que ya no sé cruzar la calle, y no puedo oír las balas.

Amigo vuelve a casa,
y dime que esto fue una mala broma;
que estos años sólo fueron un sueño de media hora.
Que aún tenemos el frenesí a punto de estallar,
que nadie nos podrá callar,
que asaltaremos las calles y bares, -como esa noche terrible-, pero juntos
y terminaremos en una vereda llenos de risa, y aires de desafió,
gritándole a una gaviota,frente a ese mar que nos llenó de frío.

Que secaras esas lágrimas
por que te contaré que tuve un terrible sueño
donde tu te fuiste de mi lado y no pude llorar hasta hoy.
Donde no podía seguir escribiendo… como ahora.










No me interesa si esta bien escrito, no lo puedo re-escribir, ni tampoco re-leer, no me interesa haber reiterado ilativos como una pobre sonsa que trata de juntar letras y hacer algo decente; esto es por que no hay peor muerte que el olvido. Y espero que aquí no mueras nunca, al menos aquí nadie borrará tu lápida, nadie dejará a mis personas y recuerdos en una foza común. Amigo: hoy haría lo que fuera por que volvieras a casa. Y aunque siempre respetaré la decisión de salir de este mundo por tus propias manos, si me sigues penando como ayer, no me quedará otra que resucitarte con lo único que tengo: Una cabeza tripartita hiperactiva (llena de sentimientos, pensamientos, y recuerdos), y un par de letras, aprendidas a duras penas por una mocosa a los 6 años.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Paz y soledad de la mano.

Paz ¿La conoces?
No te la puedo presentar.
Tranquilidad. De no haber traicionado a nadie.
Conformidad. De no haber dañado más de lo inevitable.
Perdón si no te puedo presentar a esta paz que siento.
A esa alegría que hoy toma de la mano a mi soledad.
Esa alegría que sienten mis solitudes de estar solas,sin un alma con puñal durmiendo en la misma cama.
Sin querer morir en ningún intento.
Envenenada de no querer más de ti ni de nadie.
De querer seguir sola por siempre, sin que nadie saque de su lado la paz que tanto verso, sudor y lágrimas costó encontrar.

Solo miramos distantes, como se comen unos a otros los antiguos mafiosos.
Los que una vez fueron adolescentes felices, soñadores y organizados.
Como el tiempo pasa.
Unos lo llaman el propio peso del tiempo.
La caída.

Yo ya lamí el suelo, la ceniza de esos cigarros amargos.
Hoy ustedes abren la boca.
Suerte que yo ya no fumo...

viernes, 19 de febrero de 2010

Otra carta no enviada...

¿Aceptarías un minuto de alegría?
¿Dejarías un segundo de felicidad correr por tu sangre?
¿Qué alguien te desee bien, sin pedir nada a cambio?
Que secara esas lágrimas tuyas,
las que brotan de esos pozos oscuros y nostálgicos a los que llamas ojos,
que parecen una tormenta constante.
Algo así como tu bólido recuerdo.


Ya no anhelo tus besos,
tampoco tu abraso,
sólo a veces tus suspiros y palabras,
pero no el cuerpo, ni el futuro juntos.
como la llama equidistante que no da ni frío ni calor.


A pesar de todas las heridas que me causaste herido,
a pesar de haber sentido el abismo mismo,
no te odio. Es más: Quiero que seas feliz.
Probablemente ya no daría mi vida por ello,
probablemente hoy también deseo serlo yo.
Ser la prima donna en mi propia opera.


Pero esos ojos malditos,
esos ojos que siempre necesité que me miraran,
están tan grises, están tan ahogados,
entre tanto llanto por quien no lo merece.
Entre tantos pedazos de ti que encuentro en el piso,
entre tanta soledad amarga y mentira descubierta,
tropiezo con nuestros momentos radiantes,
y me pego con tu imagen mísera,
rogando por un poco de amor.
Me turba presenciar tu decadencia.
El disparo a un águila: Preciso; fatal.


¿Me permitirás hacerte sonreír?
¿O ya te has acostumbrado a este ritmo infernal?
¿Ya huyes de la felicidad?
¿Tan fuerte cerraron tu jaula abedul herido?
¿Tan cruel es aquella fiera, que te sacó los ojos?


Que inerme se aparece el otoño en tu cara,
como el tiempo pasa aún más rápido para ti,
tu cabello comienza a blanquecer,
y tus lagrimas marcan surcos;
en aquella piel que hoy es su tierra y patria.


¿Ya no miras tu reflejo?
¿No lo ves acaso sombrío?
¿No has notado que las estrellas ya no te están envidiando?
Que tu sonrisa ya no les está haciendo la guerra y el amor con su luz.


¡Levántate! Por favor levántate.
Más no como Lázaro,
ni como quien sólo sobrevive.

Si quieres morir, muere hoy.
Si quieres nacer, abre el camino y grita con todas tus fuerzas.
Que todos, y en especial tú, se enteren que has nacido.
Pero no vivas muerto.
Decide.
Que ya la luna se aburre.
Que yo ya me fui,
y aunque hoy esté atenta,
no quiero que el mar me regale tu cuerpo ya frío,
con los labios violáceos,
y esos surcos llenos de espuma.


El día que me valla completamente de tu vida,
espero que me despidas con una sonrisa,
con una madures empuñada,
o simplemente en un cajón; en un rito simple.


Crece.
Como las marcas de tus letras me hicieron crecer a mi.
No odies. Yo no te odiado nunca.
Cree, en el menos santo de todos: Tú.
O simplemente vete,
a vivir con aquel fantasma de tus delirios,
y baja a la tierra donde va el mundo,
a ver si los gusanos te quitan el amargor de sus besos:
La cicuta que mató lo único que pensé llegar a amar.

martes, 9 de febrero de 2010

La luna y el sol.

Ella es la luna. El es el sol.
Ellos se amaron desde siempre, danzaron en torbellinos leves, se juntaban en irrefutables instantes de libertad encontrada, y formaban una presencia llena de las mejores notas y sabores, con las sensaciones que sólo de a dos se logran palpar.
Simplemente era amor.

Un día, un niño mimado que acostumbraba jugar solo, se sintió completamente celoso de que alguien brillara más que el, que alguien en el universo no jugara solo como el. Por lo que con su ego magnánimo y ganas de jugar a la guerra, creó a la tierra, y no halló mejor trinchera que el espacio entre la Luna y el sol. Su despecho dejó a la luna como un simple satélite; amarrado al mar, y al sol como un ardiente esclavo; lleno de ira, y atado al suelo de sus muñecos nuevos.
La luna y el sol no pudieron danzar nunca más, ese mundo nuevo y molesto, giraba y no los dejó de marear.
Y es por ello, por el ego de un despechado maniaco, que hoy la luna y el sol no se pueden amar. Cada vez que se cruzan uno da al otro oscuridad.


miércoles, 3 de febrero de 2010

Por esa bolsa de marrullerías.


Cuando tu halago es un insulto a mi inteligencia,
tú pasas a ser parte del diván;
entre la muñeca de trapo, y el soldadito de plomo.


Estando años luz de estar a mi lado, aunque estés encima.
Con un pase libre para salir sin algún resto de mí,
y con la marca en la cara del portazo que te dieron en “Mis sentimientos, y mis verdades”.


Tú con la sonrisa de quien jura jugar a ganador,
y yo con una risa molesta por esa bolsa de marrullerías barata.
¿Es la parte, en que el lobo se vuelve oveja?

La Pajarita y el Lobo.

Una pajarita volaba bien alto, -bueno, ni tan alto- había logrado escapar de un lobo feroz. Pero la pajarita por alguna razón era testaruda, y una noche, cuando escuchó al lobo aullar a la luna a lo lejos, sintió curiosidad de ver si estaba con el rabo entre las piernas como le había contado el viento; si sus garras ya no la podían encerrar de nuevo.
Así fue, como la pajarita, regresó por cuenta propia a la cueva del lobo, bajo su propio riesgo, intentando salir ilesa, sola.

Aún vuela camino a la cueva, ya está cerca, el lobo duerme, y la pajarita le cuida el sueño a veces...
Aún no sabemos que será de ella.