sábado, 18 de febrero de 2012

Matías.

Cuando niña jugaba con los pololos en primavera. Esos insectos más grandes que las chinitas, naranjos con manchas negras. Los ponía en frascos de mermelada, donde ponía pasto, flores, y una tapa con agujeros. Pero siempre los terminaba dejando en libertad en el jardín. Siempre los terminaba devolviendo a los árboles.


Peor suerte tenían los que agarraba la Yoly, -quien hoy es una veterinaria obsesiva-. Ella sin una mala intensión, los ponía en frascos más grandes o en cajas de zapatos, en las que también ponía flores y pasto, después de eso, siempre planeaba tener muchos más, entonces trataba de que los pobres bicharracos se aparearan. Ponía uno abajo del otro y apretaba al de arriba con los dedos, generalmente con resultado de muerte. Muerte trágica para uno o ambos bicharracos sometidos a la “inseminación artificiosa” de la Yoly. Aún así cuando veía uno de estos bichos muy grande, decía que era una embarazada. Sobra decir que a los pocos días esa caja era un cementerio, y que nunca vimos parir un solo pololo.



Hoy probablemente seguimos siendo niñas completamente distintas, pero cada vez que miro las flores amarillas de los paltos recuerdo –en la medida que permite mi mala memoria- esos días con mi amiga querida, y a veces otras cosas. Las tardes como esta son una de esas.


La fecha en que al fin me separé de René, se me vino el mundo encima. Después de siete años de relación, enterarme que me engañaba a hace un par con una mocosa por lo menos diez años menos que él, y peor aún, que no terminaba ni se ponía los pantalones para “no hacerme daño” fue un golpe a lo menos ruin. Juntos pensábamos hacer tantas cosas… íbamos a tener una hija preciosa, quien seguramente iba a tener sus bucles negros, y mis ojos grandes color café claro. Él dijo que estaría conmigo siempre, y ya van dos años de las últimas malas noticias que recibí del.


Sin lugar a dudas se arrepintió cuando ella se desapareció de un día para otro con la excusa de “no hacerle daño”. Cuando llegó derretido en perdones, yo ya había sobrevivido sin René. Pasé la muerte de mi padre, que me costó mucho asumir; dos cambios de trabajo; un par de aventuras; y otro de fracasos. Mi último problema de agenda eran las penas de amor de mi ex, que culpaba al destino de su propia cobardía. A otro perro con ese hueso –pensé-, antes, preferí ir a San Hermes, mi tierra natal, a ver a mi hermana y a mi tía, a quienes –siendo franca- dejé de ver por el ritmo maldito del que nos enorgullecemos los citadinos.

Cuando llegué a San Hermes los días estaban soleados, pero no ese sol agresivo de la ciudad, sino uno que entibia lo justo y necesario. Estaba todo tal cual como la última vez que vine, ni un palto más ni un palto menos, ni un río más ni un río menos, eso sí había un par de vecinos nuevos, los cuales se adaptaron tan bien, que parecía que hubieran estado desde antes escondidos en las viejas casas y que recién ahora salieron a tomar el aire.

Mi hermana menor, cuando me vio una tarde que la llevé a comprarse un vestido nuevo, con su franqueza de siempre, me dijo sin anestesia, que parece que en vez de torta de cumpleaños me había pasado un camión por encima. Me veía agotada y algo melancólica, más aún para una ingenua de veintidós años, que cree que nunca querrá escapar de esta tierra. Ahí a todo sol, y en media callejuela, le agarré los hombros, y le dije en todos los tonos, y todas las maneras posibles, que no se enamorara. Pero era como si viera mis propios ojos de aquellos tiempos, creyendo que mis planes se cumplirían al pie de la letra sólo por que así lo había decidido una tarde de caminata: Irme del país, estudiar, enamorarme, y ser madre. A la semana me fui, prometiéndo que iría más seguido. Cuando volví a los ocho meses, mi hermana me confesó llorando que los vecinos se habían ido, que un tal “El”, nunca más la había llamado, y que tenía un atraso de ya cinco semanas. Supe con mucha pena, que ella había entendido nuestra conversación de esa callejuela, y que la entendió mucho mejor de lo que yo pronunciaba esas palabras. Tanto es así que a pesar de que no abortó, no ha querido saber del niño, siquiera mirarlo, y hace como si esos nueve meses simplemente nunca hubieran sucedido.


Miro las flores de los paltos y recuerdo… “Cuando niña jugaba con los pololos en primavera. Esos insectos más grandes que las chinitas, naranjos con manchas negras. Los ponía en frascos de mermelada, donde ponía pasto, flores, y una tapa con agujeros. Pero siempre los terminaba dejando en libertad en el jardín. Siempre los terminaba devolviendo a los árboles.”


Mientras mi hijo Matías, agarra mi falda con sus pequeñas manos sucias, viendo que cerca hay un perro. Sabe que lo voy a proteger por que soy su madre y lo amo, así que podremos seguir tomando el helado bajo este gran palto, y bajo cualquier árbol que se nos ocurra. Y aunque tiene el pelo rubio y tieso como los chincoles, sí tiene mis ojos grandes y café claro. Bueno, los mismos ojos grandes y café claro que tenemos mi hermana y yo.

Buzón de voz II

Ring, ring…

Y mis soledades se hacen realidad,

tangibles y agotadoras como escalas de caracola.

Ring, ring…

Y tus aullidos no llegan a la luna,

pero rebotan en mi cabeza, dan vueltas y vueltas, hasta que grito y corto.

Sigue sonando el teléfono…

y me dan ganas de lanzar el pañuelo blanco,

rendir mi facha de estatua indómita a todos excepto a las aves,

y dejarme llevar en esta esquizofrenia que ha llegado a parecer tu odio.

Eso que tu llamas amor.

Después tomo aire, y recuerdo que las arañas simplemente no saben hablar por teléfono.

que cuando corto nerviosa, estoy al menos tres años más joven, y que me están esperando, no se quién, ni cómo, no sé si mi familia, un amigo, o un amor pasajero, y te prometo, te prometo estar mejor que ayer.

Ring, ring…

y te ruego que pares de llamar.

Me basta y sobra con aprender a esperar…

Silencio Rojo

Mire señor esclavo de su reloj, hoy le confiesa este tiro al aire, este estropajo de minutos no planeados, que nunca más volverá a pisar aquel café donde el silencio se hizo rojo, donde su esclavitud chocó con mi caminar sin riel, y donde quise pegarle y me aguanté. Donde usted me araño la espalda y no se aguantó.

Mire señor esclavo de su reloj, usted me hizo sentir como un niño en una piscina vacía: Lleno de sed, lleno de calor, y sin agua. Tal vital elemento me fue negado, y usted estrujando las gotas de sus perdones, intentaba bajar un frescor.

Señor esclavo de su reloj, ¿se dio cuenta cómo caían en este domingo horrible los pétalos de los almendros? , no hay visión tan bella y tan tétrica en esta tierra, ¿La vio? ¿o ese también es un lujo para su prolija carrera?
Usted era un rehén alegre en su celda, perdone que lo haya venido a despertar con mi música, pero usted me detuvo en un beso, si no yo habría seguido bailando sin mirar atrás. ¿Ve que aquí no hay culpables? ¿O hay muchos?

Usted ya tiene su propia vigilia, y fíjese que soy torpe y llena de sueños, duermo sin pedir permiso, y le ruego que no se interponga en ello. Para mi hay tan pocas verdades como auroras boreales en el mundo, para mi el miedo es para mirarlo aunque me deje en silencio, y los relojes son para romperlos, por que no escuchan razones.

Señor esclavo de su reloj, no hagamos aquí como que se nos viene el mundo encima, ni yo soy un sediento, ni tu eres lluvia. Yo ya pasé por alud antes, donde palpé el abismo en mi nariz, ahora no me quiera hacer creer que este rocío es tormenta. Es sólo que, soy la mugre se estancó en tus ojitos negros, (esos que me miraron tanto y me buscaron lunares), la que contra de todo pronóstico se quería quedar a tu lado, la que calmaste diciendo que podríamos, que de alguna forma harías leso al tiempo, y despertó en una llamada apurada, en el chocolate con leche más acido que ha probado; con la claridad de que el no es simple, un monosílabo simple, que marca de forma tajante esta fe que te tengo.

Es momento de detenernos, antes de que alguien salga verdaderamente herido (no hablos de simples rasguños en una blanca espalda, sino de heridas de verdad). Parece que usted pertenece a la tierra, y yo no sé –ni quiero saber- a donde pertenezco.
De todas formas recuperé viejos vicios, (que a veces son buenos, a veces son malos), y soy frutilla envenenada para ti esclavo de la técnica y el horario. Eres un feliz esclavo, entonces, ¿ Por qué me pides libertad si no eres capaz de sostenerla?, ¿si es en tus paredes donde te sientes libre?

Lo volvería a intentar, y volvería a chocar contra tu pecho, es cosa de que me convenzas de que me equivoco. ¿Podrá lograrlo?
Aunque ya me veo con la boca triste, hablándote, y tu diciéndome que pareciese que te recito y no te hablo.

- Perdón yo pensé que nos estábamos entendiendo.

"Y las gotas de tiempo caen como una lluvia sin carácter,
abriendo mi boca al cielo, bebo el beso y las palabras,
yo no sé si sea capaz de resistir otro round tan pronto sobre esta lona,
quizás no soy el mejor oponente que pudiste encontrar,
-pienso- mientras sale el humo de mis labios,
como aquel antiguo humo con olor a tabaco que saló una vez, en algún lugar con otro rostro a mi lado.
Hace frío, y no sé si soy yo o sólo el invierno”

Hubiera sido lindo que habláramos la misma lengua, que esas insinuaciones torpes que le hacías a este algo delicado se hicieran verdad, que no las hubiera interrumpido, o que no las fuesen a interrumpir, pero mantenerme en esto sería como repetir el comienzo de un poema triste, de un poema que siquiera he terminado.

"Y las gotas de tiempo caen como una lluvia sin carácter,
abriendo mi boca al cielo, bebo el beso y las palabras,
yo no sé si sea capaz de resistir otro round tan pronto sobre esta lona,
quizás no soy el mejor oponente que pudiste encontrar,
-pienso- mientras sale el humo de mis labios,
como aquel antiguo humo con olor a tabaco que saló una vez, en algún lugar con otro rostro a mi lado.
Hace frío, y no sé si soy yo o sólo el infierno”

¿Entiendes que pudimos haber jugado a que casi era tuya?

Buzón de voz I

Ya casi dejé los tacones altos, en realidad ya dejé casi todo lo que es parecido a esta mentira de los tiempos que corren. Creo que ya uso de trapero la ropa con que mi mar me enamoró de ti. Hoy soy otra, a punta pinchazos en los dedos, de tanto que me costó aprender a coser mis propios retazos: … “Ya no eres la misma de la que me enamorè” Gracias a Dios, y te doy a elegír a ti el Dios que más te acomode, para que veas que no hay rencores. “Estas distante, como herida…” Gracias a ti, eso si que es nominativo y al portador.

625,fe

Leerte es como abrir una pequeña cajita musical.
Apoyo la cabeza, me empequeñezco, y pienso que no me aburriría escucharla por más de una
y otra vez
No sé cuanto tiempo tendría la melodía en mi boca,
¿veinte minutos?
¿Tres horas?
No te puedo responder.

Lo que sí sé, es que la tararearía con los labios juntos y la luz apagada.
Después recuerdo que para ello tendría que romper a la bailarina que habita en su interior
–Se de o no ella por enterada-
y mi terrible incapacidad para aplastar las latas de las calles cobra su parte.

Al final, todo se podría resumir en sed.
Al final, todo se puede resumir en una tarde soleada y la casualidad de un cuento.

Lo confieso: Tus mensajes me dejan cerca de la revolución.
Pero no sé si quiero que escribas en mi cuello
mientras aplasto un baile que cree ir del todo bien.
Mal negocio: ¿Cómo puedo destrozar la cajita, si yo siquiera sé bailar?

Quizás tu ya sepas como moverte sin que se trice
¿Quién me dice que no lo has hecho antes?
Pero yo soy una mujer torpe,
dentro de mi feminidad algo tosca y sin maquillaje
–como si fuera poco-
hay alguien que ahora teme a las cartas bomba,
a entregarse así, tal cual con el corratón en la mano a un hombre de alturas e incredulidades técnicas;. a un sediento por algo más que sexo.
Si no pregúntale a Cli(...).
Hay días que me levanto envenenada y contagiosa
no lo puedo evitar;
otros en cambio puedo ser la pasajera perfecta.
Búscame en esos días
y talvez me puedas enseñar a jugar sin quebrar tu cajita musical,
ser una sombra desapercibida y decidir si te quiero hacer sonar en #Mi, o en un no tajante.
Empiesas con Fe...




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Olor a muerte: Relatos de Ana Venegas, (Su Ana)

I

¿Cuando se quebró no sé qué?

¿Quién no nos avisó que nuestro futuro se diluía?

¿Fue cuando ya no me dolía tu ausencia?

¿Cuándo tus cameos ya me parecían un juego entretenido?

¿O cuando me logré masturbar con la sombra de otro?

Fue un maravilloso orgasmo.

Entre el trabajo, los casos, y la cena, no he tenido tiempo de preparar un final dramático y cliché; no alcancé a llegar a la terminal, tomar un tren a cualquier lado (por ejemplo Jujuy), y lanzar un pañuelo perfumado al viento (por ejemplo, el azul marino con flores rojas, que me diste para los 25), para que lo recogieras y pensaras, o evidenciaras que perdiste algo.

Tal vez no seamos más que una isla de destino, y la teoría de las mitades y almas gemelas, realmente vaga un peso.

Quizás esto verdaderamente sea una casualidad: Que ese día haya perdido el Arsenal contra el Racing, y yo dejara de fumar, justo en frente del centro oncológico. ¿Lo recordás?

Con todo esto que nos amamos no hay que forzar las cosas.

¿Quién robó esa estrella que nos miraba, aquella noche perfecta?

Lo mataría con mis propias manos.

Cuando despierte y tengas otro sábado de turno, me sentiré como un ácaro en una cama gigante y recién lavada, pero cuando ponga los pies en nuestro suelo, pensaré que es el ciclo natural de la vida. Como tus muertos y sus aromas.

Nos amamos tanto, que al parecer nunca será suficiente.

Nos entendemos tan bien como la excusa al mentiroso.

Por eso sé que alejarnos, aunque tentativo, puede ser peligroso.


II


Me encantaba estar enamorada;

a pesar de los llantos, y escenas de buró:

Mirar por el micro nuestras ilusiones,

escuchar música y sentirla nuestra,

extrañarte hasta con angustia,

creer en mi alma gemela,

verte como un todo inabarcable …

Habían días que hasta me paraba frente a las vitrinas de recién nacidos, me tocaba estúpidamente la panza, y pasaba un par de horas, viendo los ajuares, tocando las cunas… ¿Y hoy? Sigo de largo hasta la tienda de discos, como antes de conocerte.

Pero siempre paso por la tienda de galletas, saco de tus favoritas (De limón con crema de limón), y parto a casa.

De todas formas te quiero tanto. Nos hemos agarrado tanto cariño. Y debo reconocer que no eres muy complicado, y me tenés paciencia. De una u otra manera estamos juntos en demasiadas calles -fuera de que sos mi marido-, pero ya no en mi cama, sino preguntále a tus muertas. ¿Quién te dejó en la tuya? ¿Fue el accidente el que nos habrá enfriado? No importa…

Sigo siendo la linda amiga de tu corazón.


III


Juro que mordí mi mano para no marcar,

pero aunque sea diestra marqué de todas formas.

Y aquella sombra me correspondió por primera vez.

No importa…

Sigo siendo la linda amiga de tu corazón.