domingo, 28 de junio de 2009

Wel-se-come al mundo. Bienvenido.

Recibo la noticia de tu nacimiento Cristóbal, y francamente no supe que escribir. Agarré el teléfono celular, para llamar a tu papá y no sabía que decir. El nacimiento del hijo de mi amigo; un milagro, la esperanza de una esperanza.

Tu nombre me gusta mucho, coincide con una historia que escribí, y un buen amigo que se cruzó en mi vida y que decidió irse del mundo por su cuenta, cuando tu papá me lo contó me sorprendí, y en cierta medida me alegró. Sé que tú correrás mejor suerte que ambos.

Espero que me conozcas y nos llevemos bien. No sé que podría decirte, o enseñarte algún día, sólo soy alguien que no le desea mal a nadie –No por ello una buena persona-, y que a ti siempre te deseó lo mejor, desde que supo que ibas a llegar.

sábado, 27 de junio de 2009

Eficiencia rescatista con plazo fatal.

Uf… Después de un intenso intento de “Salvataje amoroso” –Que por cierto no ha resultado- me doy cuenta que mi salvavidas, no me pesca ni en un maremoto y decido ponerle fin a todo esto.
Ya tengo suficiente con un personaje aquí, y ¡¿Dos?! No. No hay corazón que aguante algo así.
Así que se ha decidido: Mi salvavidas tiene plazo fatal, o da una señal de eficiencia rescatista, o se larga, por que el lugar de mis sufrimientos ya está ocupado, y no ofreceremos más puestos por unos buenos años. Ya tengo lágrimas para regalar y contar. No más.

A veces el destino maldito ocupa las señales para decirnos que no es el momento, la persona, o el lugar correcto. Está bien jugársela y trabajar por ello, pero cuando la cosa no avanza, es señal de estancamiento, y antes de hundirme en otra desidia mejor me voy, ¿No que soldado que arranca sirve para otra guerra? Algo así dicen por ahí. No voy a salir corriendo por las calles de santiago, de amarillo patito y con linternas, a ver si me logras ver.

Prefiero ir al mar, salir a ver el sol y saludar a las gaviotas, como esa sirena cantora, que a veces me da por ser. El único problema, es que la verdadera historia de esa sirena es que se convirtió en espuma de mar, y no en una alegre reina como nos contó Mickey Mouse.

martes, 16 de junio de 2009

Asiento 25, ventana porfavor.

Me veo de regreso al mar, pero esta vez sola.
Asiento 25, ventana por favor –Pido en el Terminal – Miro a la ventana, y aunque me cuesta ignorar al par de flaytes que van tras de mi, que no paran de hablar de lo “Choros” que son y de los videos de Daddie Yanke (HORROR), no evito retrotraerme a esos días felices, a ese viaje, que por más que he intentado, ni con los planetas alineados ha vuelto a resultar.
Ahora viajo sola; de pura tincuda y porfiada que soy, convencida que me las podré aunque el mundo se ponga en contra y de cabeza, aunque tenga que agarrar mis maletas y partir sola a cualquier parte, convencida de mi seudo autosuficiencia, y del crecimiento personal que esto puede llegar a ser.

Es hora de pagar las deudas, de da las gracias, y pedir ayuda –Pienso en la ducha- Me arreglo, y bajo a la playa, que más bien es un roquerio. Me las doy de aventurera y escalo cuanta roca o piedrecita se me cruza, hasta que me topo con una animita, que no estaba la última vez que vine aquí, y me dio un escalofríos enorme:
Dos jóvenes, Joan y el “Tayo” de aproximadamente 22 años, por ellos veo también una cruz blanca pintada en lo alto de una roca; sin proponérmelo llegué casi hasta ella. Después de hablar un poco con estos nuevos reyes de la playa, subo a una roca alta y grito. Grito muy fuerte, y es que le estoy hablando al mar, y quiero que me escuche: - “Te extrañé mucho”, “Gracias por esos días tan felices”, “Ayúdame, límpiame, sácame esta pena…”- Le decía, mientras reventaba sus olas en las rocas. Saco muchas fotos (Como es típico en mi), nunca me deja de sorprender el mar, su magnitud, poder, y belleza; Pienso y le hablo a la luna, al Tayo, a Joan, a mi misma, a los replanteamientos, a las esperanzas que se quieren cansar, a los bajones, a la soledad que se siente, a mis ganas, a mis miedos y a ese aire de mujer que lo puede todo y en tacones más encima, que me ataca de vez en vez.

El viaje termina, y por esas cosas de la vida, nuevamente me toca el asiento 25, ventana. Solo que ahora sin pedirlo, y sin ese par de flaytes, solo con un par de cotorras que no dejan dormir a nadie, pero no importa, me voy leyendo, probablemente cosas que no debería, y me voy pensando, y pasando siete películas de cosas que podrían pasar, como preparándome para lo imposible, que por estos lados siempre es posible. Pensando en mi sobrina, que me cuentan que le dio la fiebre esa de los humanos porcinos, o porcinos humanos, y la gente que me pregunta por este resfrío mal cuidado. Pienso que no le tengo miedo a esas cosas, que si me llegase a dar, bueno, no me importa mucho, prefiero otras, como aprender a dominar esta guitarra que he llevado al hombro toda la semana y me tiene la espalda hecha pebre y esas canciones que perdí no sé donde, y que necesito recuperar lo antes posible, antes de volverme aún más loca escuchándome a mi misma.

Nuevamente estoy con mis maletas en el metro, ya de regreso a casa, pero esta vez sin el alma en las nubes como antes, sino en la mano, entre feliz, nostálgico, triste y nuevo. Con la absurda esperanza de volver: Asiento 25, ventana por favor – Diré- Y tú te reirás de que siempre quiera viajar mirando el paisaje, por más feo que pueda ser, pedirás el 26, e iremos por unos dulces y agua para el camino, cada uno con su guitarra, preparados para mandar todo a la cresta, darle las gracias al mar, y decirle cuanto nos ha hecho falta durante todo este tiempo…

Despierto y me río de mi misma; Es que nada me ha hecho dejar de ser una mujer ilusa y soñadora, lleve o no tacones altos.