viernes, 13 de mayo de 2011

Olor a muerte.

La muerte no es igual para todos. Podrá parecer una injusticia, no sé, eso se discute con el Dios de turno. Lo que sí sé, y puedo asegurar por toda mi miserable vida, es que no todas las muertes son iguales.
Ni a la muerte llegó el comunismo puro, ni la democracia perfecta; cada forma de morir tiene un olor único.

A ver, para que me entienda el pobre cristiano:

-Cuando son puñaladas, el olor es ácido, algo oxidado con el roce del metal con los músculos internos, y según el número de puñaladas este es más o menos denso.

-Cuando la muerte es por asfixia, el olor es a lavanda muy concentrada.

-Cuando es suicidio, el olor es cítrico, con detalles en sus notas mayores dulces, y variaciones en estas según la forma que se haya elegido.

-Cuando es por vejez, el olor es definitivamente dulce, a caramelo, como cuando el azúcar está a pelo en la olla, con una pisca de cedrón, y ruda.

Eso sí: La muerte es un perfume queodos usan.

No lo sabré yo, que llevo tantos años de circo, trabajando en esta morgue, abriendo cuerpos en pleno rigor mortis los días que hay suerte.

Eso sí: el mejor perfume de muerte que he olido en mi vida, fue el de mi tercera mujer, Lidia.

Lidia, era blanca, joven, de ojos pardo brillantes, y parecía estar siempre colmada de vida, pero adentro cargaba a ratos las penas del infierno. Tarareaba canciones en los paraderos de San Juan, ahí la conocí; y después de morder su vida, el divorcio con mi segunda esposa fue definitivo. Hacer el amor con ella, era lo único que me gustaba tanto como coleccionar el olor de la muerte.

Entre Ayer y Hoy.

Cuando era una mujer vieja apostaba en ruletas masculinas
 jugaba con mi cabello al costado de tu hombro
 sonreía mirándote fijo y escapaba
 sabiendo que llegarías y caerías una y otra vez.

Ayer que tejí como una araña mi propia camisa de fuerza
 y enfrente al dolor -si es que a eso alguien alguna vez le quiso llamar dolor-
aprendí como en realidad Perseo nunca engaño a medusa.

Ahora que soy joven te miro a ti –casi extraño-
 y me sonrojo, nos veo tomados de la mano en los paraderos
te beso de forma tímida, y mi pregunto si te gustó mi beso insulso e inexperto.

Hoy que además de ti dejé el cigarrillo
 supe que para siempre era demasiado tiempo
 que en el infierno hace mucho frío
y que no son lo único que debería dejar.

Ahora que soy un príncipe valiente, un guerrero romano
y voy a tomar el destino del mundo mi espada;
he comprendido por que esperé que tomaras mi mano.

Hoy que soy la viuda que ha florecido
y tu cadáver frío ya ha sido arratonado
 me di cuenta de la diferencia: A ti no te va quedando más que marchitar y caer.

Ahora que soy un gran pastor con mis ovejas
y tengo la fe de tu boca en mi boca.
Hoy que soy todo lo que fui y más
 me conformo con apoyarme en tu pecho
 y creer que en este minuto donde el mío se apreta
 sólo es el otoño botando hojas … como todo otoño.

En este minuto donde sin querer mis palabras quedan sueltas
 quiero confesar la tormenta de mi risa:
Cuando el amor nos gritó en nuestras narices que no era propio
 yo me hice la sorda, y quedé completamente muda.

A mitad del verano...

Como un mal repetido cuento,
grité furiosa golpeando la pared;
grité tu nombre, llore tus letras.
Cuan dejabú sobreadvertido,
dormí en sábanas que empapé con un par de ojos cargados,
hasta que al fin me dominó el agotamiento:
Un letargo sin sueño.

Déjame tranquila
¡te lo ruego!
Ya me robaste un par de años de juventud
¿No fueron suficientes?
Excesivo.
Ya me sacaste las ganas y las lanzaste al canal.
¿No te parece mucho?
Bastante.
Ya me doblegaste,
manipulaste,
ilusionaste,
destruiste,
me construiste,
y volviste a destruir.
¿No es demasiado?
Hastiante.
¿Con qué más puedes jugar?
Esto ahora es un campo minado.

Hoy no quiero seguir alojando en el limbo,
hoy sí quiero perderte.
Hoy sí creo justo que el eco de mi llanto te despierte a media noche.
Hoy Confieso que llegué a pensar que eras invencible.

A veces temo que te amé tanto,
que el único caminó viable es detestarte.
Pero ni te enterarias, y no por que no fuese evidente:
Sino por que es menos convincente el herido que no llora.

¿Sabes?
Ya no creo en ti;
mi fe se secó,
como una lágrima en plena sequía:
Un creyente que descubre que su Dios era una vela pintada.

Pero nunca darás cuenta;
seguirás creyendo cosas de mi que no son,
hablando de mi amor como si lo hubieras desifrado,
seguirás vistiéndome con ropas que no me corresponden.
Entiende: No puedo volar contigo.
Mis rodillas encostradas dan fe de ello,
no insistas en buscarme un lugar entre tus alturas:
No volaremos juntos.
Te cuento además que las víboras no vuelan,
así que tú tampoco te ilusiones con tocar el cielo.

¿Y si la solución fuera que me fulmine un rayo?
Desaparecer ahora mismo,
¿Te imaginas?
Amanecer en un coma flagrante,
Cerrar las cortinas y quedar sin conciencia.
Un problema: Otra vez la que se apaga tendría que ser yo.
Esta vez no estoy dispuesta.
Pero tampoco puedo pedir que eso te pase a ti.
- Y no precisamente de buena samaritana-
No puedo desear que te trague la tierra o que te ahogue el mar,
seguirías apareciendo como un amigo imaginario de niñez.
Al menos vivo eres de carne y hueso; empíricamente exiliable.

Por que nuevamente se me está trisando el pecho,
Por que el tiempo de nuestros relojes ya pasó y llegas a recordármelo.
- A refregarlo en mi cara-
Ya sé que me estoy disipando,
que como la ceniza de un ánfora al viento,
estoy irremplazablemente perdiendo trozos de piel,
y tú permaneceras impávido, más vale:
Si pones tus manos me escabulliré entre tus dedos,
y si abres la boca seré un silencio.

¿Estás cómodo?
La víctima que apunta siempre duerme sobre almohadas limpias.
Pero querrás besarme el día de mi muerte; yo lo sé.
Más no te corresponderé aquél beso insulso,
si quieres prueba; te estaré esperando.

Pero no ensucies tus manos,
vive el segundo que llega,
respira las flores que te quedan,
no escarbes en la tierra,
ya para de leer y re-leer la osamenta de una historia que feneció ante estas miopes pupilas tristes.
Déjame ver mi futuro por más absurdo y menos ambicioso que te paresca.
Al final del otoño soy una mujer simple.

A mitad del invierno sigo siendo una mujer simple,
una que no podrás entender,
A la que ya no le interesa que la entiendas,
y ya ni siquiera que escuches sus razones.
Quédate en tu jaula.

Quédate en el ajuar más confortable que he visto.
que apostaría mis manos a que no podrías vivir sin tus cadenas
y yo soy muy mala herrera,
soy buena recordando sueños, jugando con palabras, y haciendo burbujas.
pero ¿Qué importa?
Seguramente ninguna llegará a los barrotes de tus excusas y disculpas:
La mayoría revientan al tercer rayo de sol.

Si supieras cuanto me ha costado creer haber sanado,
si supieras estas quinientas verdades que no quieres saber,
esas siete esquinas que no quise volver a cruzar.
No provoques mi paz arrolladora.

Regresa de donde viniste,
que yo no busco hijos ni discípulos:
Si es del infierno pues allá vete,
si es del edén pues allá vete,
no vengas ahora con la peste.
No me hagas sentir inquerible nuevamente.
Como un enigma imposible y poco interesante.

¿Sabes?
Al final de la primavera soy una mujer simple;
y para entenderme sólo necesitabas un barco de papel y un día parcialmente nublado.
Aunque quizás efectivamente, sólo sea un crucigrama mal numerado.