Ella es la luna. El es el sol.
Ellos se amaron desde siempre, danzaron en torbellinos leves, se juntaban en irrefutables instantes de libertad encontrada, y formaban una presencia llena de las mejores notas y sabores, con las sensaciones que sólo de a dos se logran palpar.
Simplemente era amor.
Ellos se amaron desde siempre, danzaron en torbellinos leves, se juntaban en irrefutables instantes de libertad encontrada, y formaban una presencia llena de las mejores notas y sabores, con las sensaciones que sólo de a dos se logran palpar.
Simplemente era amor.
Un día, un niño mimado que acostumbraba jugar solo, se sintió completamente celoso de que alguien brillara más que el, que alguien en el universo no jugara solo como el. Por lo que con su ego magnánimo y ganas de jugar a la guerra, creó a la tierra, y no halló mejor trinchera que el espacio entre la Luna y el sol. Su despecho dejó a la luna como un simple satélite; amarrado al mar, y al sol como un ardiente esclavo; lleno de ira, y atado al suelo de sus muñecos nuevos.
La luna y el sol no pudieron danzar nunca más, ese mundo nuevo y molesto, giraba y no los dejó de marear.
Y es por ello, por el ego de un despechado maniaco, que hoy la luna y el sol no se pueden amar. Cada vez que se cruzan uno da al otro oscuridad.

No hay comentarios:
Publicar un comentario