viernes, 19 de febrero de 2010

Otra carta no enviada...

¿Aceptarías un minuto de alegría?
¿Dejarías un segundo de felicidad correr por tu sangre?
¿Qué alguien te desee bien, sin pedir nada a cambio?
Que secara esas lágrimas tuyas,
las que brotan de esos pozos oscuros y nostálgicos a los que llamas ojos,
que parecen una tormenta constante.
Algo así como tu bólido recuerdo.


Ya no anhelo tus besos,
tampoco tu abraso,
sólo a veces tus suspiros y palabras,
pero no el cuerpo, ni el futuro juntos.
como la llama equidistante que no da ni frío ni calor.


A pesar de todas las heridas que me causaste herido,
a pesar de haber sentido el abismo mismo,
no te odio. Es más: Quiero que seas feliz.
Probablemente ya no daría mi vida por ello,
probablemente hoy también deseo serlo yo.
Ser la prima donna en mi propia opera.


Pero esos ojos malditos,
esos ojos que siempre necesité que me miraran,
están tan grises, están tan ahogados,
entre tanto llanto por quien no lo merece.
Entre tantos pedazos de ti que encuentro en el piso,
entre tanta soledad amarga y mentira descubierta,
tropiezo con nuestros momentos radiantes,
y me pego con tu imagen mísera,
rogando por un poco de amor.
Me turba presenciar tu decadencia.
El disparo a un águila: Preciso; fatal.


¿Me permitirás hacerte sonreír?
¿O ya te has acostumbrado a este ritmo infernal?
¿Ya huyes de la felicidad?
¿Tan fuerte cerraron tu jaula abedul herido?
¿Tan cruel es aquella fiera, que te sacó los ojos?


Que inerme se aparece el otoño en tu cara,
como el tiempo pasa aún más rápido para ti,
tu cabello comienza a blanquecer,
y tus lagrimas marcan surcos;
en aquella piel que hoy es su tierra y patria.


¿Ya no miras tu reflejo?
¿No lo ves acaso sombrío?
¿No has notado que las estrellas ya no te están envidiando?
Que tu sonrisa ya no les está haciendo la guerra y el amor con su luz.


¡Levántate! Por favor levántate.
Más no como Lázaro,
ni como quien sólo sobrevive.

Si quieres morir, muere hoy.
Si quieres nacer, abre el camino y grita con todas tus fuerzas.
Que todos, y en especial tú, se enteren que has nacido.
Pero no vivas muerto.
Decide.
Que ya la luna se aburre.
Que yo ya me fui,
y aunque hoy esté atenta,
no quiero que el mar me regale tu cuerpo ya frío,
con los labios violáceos,
y esos surcos llenos de espuma.


El día que me valla completamente de tu vida,
espero que me despidas con una sonrisa,
con una madures empuñada,
o simplemente en un cajón; en un rito simple.


Crece.
Como las marcas de tus letras me hicieron crecer a mi.
No odies. Yo no te odiado nunca.
Cree, en el menos santo de todos: Tú.
O simplemente vete,
a vivir con aquel fantasma de tus delirios,
y baja a la tierra donde va el mundo,
a ver si los gusanos te quitan el amargor de sus besos:
La cicuta que mató lo único que pensé llegar a amar.

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