Beatus ille
Beatus ille el que hoy duerme en tus brazos.
Beatus ille el que hoy respira de tus engaños.
Pero exijo habeas corpus.
Exijo ver –y muerto- a aquel que te ame sin tu arco y flecha,
Frágil, humana, corriente.
Mis dedos conocen cada uno de los lunares que habitan cuan constelaciones tu cuerpo: Dos en tu hombro izquierdo,
tres en tu hombro derecho que forman un triángulo,
el de tu seno izquierdo; con el que colmé mi angustia con el sabor de tus pezones,
y mi favorito; ese que seguramente han pasado por alto.
Dime quién reconoce las dos mujeres distintas,
esa que baja decidida y segura besando mi ombligo,
y a esa frágil y calmada que beso en la frente.
Quien sintió tus muslos ardiendo en el frío de esta parte del mundo,
tomo tus senos; esos que caben justo en mis manos,
que conoce el momento preciso, por que tu voz se pone un tono más aguda
respiró tu cuello y conoce exactamente el tipo de perfume que usas.
Que toca tu piel, con heridas y huellas,
tus caderas amplias,
los huesos de tu clavícula; que se marcan cuando estiras el cuello,
tu cabello largo y delgado; que siempre se enreda con mis dedos,
cuando después rozo mi cara en tus brazos deseando impregnarme en tu piel,
te beso la frente y te guardo,
te abraso, tu te acurrucas como una niña.
Dudo que alguien haya visto esto.
Jamás te he dicho que eres mía,
pero seguramente lo piensas.
Cuando tomo tus caderas con fuerza y te dejas llevar,
cuando cálamo currente después escribo acordes en la curva de tu espalda,
cuando te aferro a mi,
te dejo libre y te quedas,
cuando no me hipnotizas, ni me amarras como una marioneta;
y seguimos abrazados en la cama,
cuando hago sonar el piano, y queda en evidencia que ambos estamos in articulo mortis.
Me dijeron que eras perfecta. No. No eres perfecta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario