miércoles, 16 de febrero de 2011

Feliz Aquel


Beatus ille

Beatus ille el que hoy duerme en tus brazos.

Beatus ille el que hoy respira de tus engaños.

Pero exijo habeas corpus.

Exijo ver –y muerto- a aquel que te ame sin tu arco y flecha,

Frágil, humana, corriente.

Mis dedos conocen cada uno de los lunares que habitan cuan constelaciones tu cuerpo: Dos en tu hombro izquierdo,

tres en tu hombro derecho que forman un triángulo,

el de tu seno izquierdo; con el que colmé mi angustia con el sabor de tus pezones,

y mi favorito; ese que seguramente han pasado por alto.

Dime quién reconoce las dos mujeres distintas,

esa que baja decidida y segura besando mi ombligo,

y a esa frágil y calmada que beso en la frente.

Quien sintió tus muslos ardiendo en el frío de esta parte del mundo,

tomo tus senos; esos que caben justo en mis manos,

que conoce el momento preciso, por que tu voz se pone un tono más aguda

respiró tu cuello y conoce exactamente el tipo de perfume que usas.

Que toca tu piel, con heridas y huellas,

tus caderas amplias,

los huesos de tu clavícula; que se marcan cuando estiras el cuello,

tu cabello largo y delgado; que siempre se enreda con mis dedos,

cuando después rozo mi cara en tus brazos deseando impregnarme en tu piel,

te beso la frente y te guardo,

te abraso, tu te acurrucas como una niña.

Dudo que alguien haya visto esto.

Jamás te he dicho que eres mía,

pero seguramente lo piensas.

Cuando tomo tus caderas con fuerza y te dejas llevar,

cuando cálamo currente después escribo acordes en la curva de tu espalda,

cuando te aferro a mi,

te dejo libre y te quedas,

cuando no me hipnotizas, ni me amarras como una marioneta;

y seguimos abrazados en la cama,

cuando hago sonar el piano, y queda en evidencia que ambos estamos in articulo mortis.

Me dijeron que eras perfecta. No. No eres perfecta.



No hay comentarios:

Publicar un comentario