Una noche mientras gemía con el pastor del grupo cristiano del barrio, yo me mantenía en silencio, en un silencio casi irrespirable adentro de mi cuna, con la idea de que no supieran de mi existencia, o de que no se les fuera a ocurrir alguna cosa que me involucrara.
Mientras mi abuela estaba estirando cada vertebra de los dedos de sus pies, el pastor terminó por verme:
-¿Y esa guagua?
-Ah, era de Mi María, la pobre se dio la última zumba antes que naciera el crio, y pa´ no que cae con la cabeza en plena vereda, y murió, en plenas fiestas. Cuando me llamaron me jodieron toda la celebración. No si, hasta última hora anduvo haciendo escándalo. No sé de a onde habrá salio´ esa niñita.
Venga mejor, que cuando pienso en ella y miro al crio me da pena.
-¿Cómo se llama?
-Jesús.
Desde esa noche bajo los gemidos y rasguños de mi abuela, al pastor se le metió en la cabeza llevarme a su casa, con su señora y sus tres hijos. Ni seis meses y ya quería hacerme suyo el muy hijo de puta. Y claro, que mejor para un pastor que tener al mismo Jesús en su casa.
-Llévatelo si querí, a mi me recuerda demaciao´ a la María, y tu sabí´ que yo no tengo genio pa criar –Respondió mi abuela cuando le ofreció un techo para mí y una mesada de parte de los fieles para ella.

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