Crak, crak, crak, suenan las hojas, cansadas de ser pisadas por gigantes sin rostro.
Esto no va ha terminar bien, esto no va ha terminar bien, esto no va ha terminar bien, cantan los grillos en el fondo...
La chinita seguía caminando haciendo caso omiso, con un nudo en el estómago entre miedos, recuerdos, que haceres, y un delicioso pastel que horas antes había probado con su amigo saltamontes.
Llegó pronto a la esquina de un trozo de pasto débil, dos ramas, y un semáforo, se sentó a esperar atenta sobre una lata de bebida mientras hacía más rojo y negro sus colores, recordando, recordando, agregando brillo a sus labios, recordando, recordando, y los grillos seguían cantando: No sigas esperando, no sigas esperando, no sigas esperando…
Cuando de repente distinguió esas características ocho patas a lo lejos. Se le enredaron las antenas, agarró valor y aire, partió, y le tomo una de las patas derechas para saludar: Tantas lunas. –fue lo primero que dijo-
Los grillos siguen cantando: Esto termina mal, esto termina mal, esto termina mal…
La araña la abraza y la apresa contra su cuerpo. Siguen caminando sin saber bien exactamente donde terminarán por quedar, hasta que se encontraron con una maceta bastante acogedora, al parecer regada con cariño, así que ahí comieron un poco de tallo fresco (aunque la araña claramente prefiriera moquitos pequeños para cenar) y bebieron agua de rocío.
Los grillos seguían cantando la misma tonada una y otra vez, la chinita ya enojada con estos grillos de mal agüero, les grita que se callen en el acto.
Ya el miedo se había atenuado, comentan de años para atrás, a ratos la conversación se pone tensa, pero termina por pasar con la risotada algo incomoda de la alegre chinita. Los pulgones de la maceta ya quieren dormir, así que hay que regresar.
Los grillos no se han callado, siguen cantando aún con voz más grave esa ópera funesta.
La araña, que no comía tallo fresco, no quedo satisfecha, no le gustaba para nada, y aunque intentó aguantarse, no podía resistir su naturaleza, y el hambre lo comenzaba a cegar.
El no quería nada de lo que viene, eso le dijeron sus ocho ojos de araña a la chinita, esos ocho ojos, juro por Dios que no mentían.
Ya por finalizar el camino, comienzan a discutir sobre la altura del cielo, el verde del pasto, y los colores de las rosas. Según la chinita el cielo no está tan lejos ni tan cerca; el verde más hermoso es el de principios de primavera; y todos los colores de las rosas son sus favoritos. La araña cree que el cielo está lejos, pero ansia llegar a el sea como sea; que todos los verdes son iguales; y que no le gustan las rosas, en realidad prefiere los claveles.
En medio de dimes y diretes, de alas, pelos, y patas; la furia, el hambre, y su propia naturaleza pudieron más, y la araña frente a un hermoso y solitario diente de león, atacó a la chinita, la agarró con sus patas, y le quebró una antena. La chinita, que a pesar de ser pequeña era sumamente afortunada, sin saber de donde, sacó fuerza para golpear con una pequeñísima rama la cabeza de la araña, y un poco de tierra le lanzó en los ojos. Se preparó para volar, no sin antes, escuchar a esta gran araña hambrienta indignada por haber recibido un golpe de tan mísero y débil insecto. Sin responder, y algo mareada por la antena perdida, voló lo más rápido que pudo, la araña la dejó ir, mientras con sus ahora seis ojos buenos la miraba fijo hacerse cada vez más invisible con la distancia. La chinita, no miró hacia atrás, abrió sus alas, y aunque estaba abrumaba se aguantó el llanto, ya suficiente tenemos con la lluvia que llora el cielo –pensó-.
.
De repente, la ciudad se hizo más grande de lo ya inmensa que se torna para una chinita. Ahora se sentía más pequeña que sus parientes hormiguitas, chocó contra la ventana de un auto, callendo en un pequeño charco, y mientras se secaba las alas, sentía dentro de sus manchas, unas ganas increíbles de estar con su amigo el saltamontes comiendo pastel, o su amigo luciérnaga riéndose un rato con una de sus malas películas, quizás con ese palote que llama su atención más de lo debido, con la abeja reina cosinando un manjar, o con quien fuera, que no la hiciera sentir, desabrida hasta para una araña, amarga como la sangre de los alacranes, insípida como una partícula de polvo, o áspera como el tallo de las ortigas.
.
Los grillos recién comenzaban a callar su bien entonado gospel, pero era demasiado tarde para los profetas soberbios, más aún frente a insectos tercos; nada bueno puede salir de eso. Bueno, pero nada bueno tampoco puede salir del amor -o no amor- de una chinita y una araña, eso hasta las avispas más tontas lo saben.
Cinco razones para no volver con un ex (hay más, pero cinco deben ser
suficiente para entender, ¿o no?)
-
1. Seguramente ya te metiste con uno mejor y entrar en detalles es una
verdadera lata; y si no es así que paabre, de todas formas entrar en
d...
Hace 12 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario