No me atreví a cuestionar su fe. Seguramente por que me causa envidia no persignarme ante los santos y tenerlos 24 horas para que escuchen mis rezos, perdones, y me ayuden a salvar mi vida. Escucho poco de lo que habla. En realidad me concentro en sus ojos y su boca. El corazón me llega a la garganta, me sudan las manos, sólo la miro, y me doy vuelta en su imagen.
Se ríe de los que se sientan en las bancas de la plaza de armas y les leen las cartas; mientras yo sólo pedía que alguien me diera un aliento de destino, de futuro, de certezas. Aunque fuese en 10 minutos, falsos y pagados.
Ella me pregunta por mi primer beso, que en realidad no recuerdo bien, pero que me causa risa, por que seguramente fue el beso torpe e inexperto de un mocoso; incapaz de escapar de su timidez (lo que hasta el día de hoy no ha cambiado mucho), que con una cerveza barata se creía un hombre, cuando en realidad se le enredaban los dedos para desarmar un simple sostén.
Suena su teléfono, se aparta, me mira de reojo, y habla más bajo. Confirmado: Tiene a otro.

la magia de la Plaza de Armas. Es un lugar que me gusta mucho, puedes ver la diversidad de esta sociedad: desde la discriminación, la pobreza, el cinismo aplastante, alguien en busca de respuesta en alguna carta y la voz baja de quien esconde algo.
ResponderEliminarCristina: aprovecha de saludar a la Susana - mas conocida como la Su - cuando la veas. Dile que me encantó verla el otro día.
Pablo